Llevo unos días mirando hacia atrás y escuchando discos que hacía mucho que no escuchaba, pero que siempre han estado ahí.
Esta era una de mis canciones favoritas a los 16 años:
y me da mucha ternura mirar a esa cría que supo hacer las maletas,
empaquetar el dolor, empezar de nuevo.
Acabé en Bayeux,
uno de esos lugares imperdibles,
a pesar de su turismo
e incluso con su invierno gris
y nostálgico o por eso.
Acudo a mi memoria,
afloran los recuerdos.
A Normandía le debo la serenidad,
(esa que a veces pierdo)
saber que es posible;
la valentía de andar sola por el mundo;
los clásicos franceses.
Y mis cintas de cassete…
Bayeux como ciudad invisible
donde la pena es la que es,
las cosas retoman sus dimensiones.
Las decisiones llegan solas.
El futuro es.
Lugar de paso, lugar lluvioso.
Las lágrimas, la risa y la ironía acompañan.
Hoy no tengo que pensar en nada
pero si lo hago está bien.
Las dudas son sólo una opción entre dos.
Ciudad de introspección.