Reflexiones
Acabé el año y empecé el nuevo reflexionando sobre reflexiones. Seguramente es una pérdida de tiempo. Últimamente me encuentro con recetas mágicas, que no lo son, sobre lo que es y no es Literatura Infantil y Juvenil con una sucesión de tópicos que descorazonan. Y en esa reflexiones casi siempre hay un algo beligerante que me hace alejarme de ellas, creo que el problema estriba en la categorización que proponen y en lo irrespetuoso de sus propuestas para con los autores.
Y seguramente tienen algo de razón porque si quien escribe o ilustra para niños no se ha planteado lo que está haciendo, a mí tampoco me merece ningún respeto, pero quiero creer que eso son tan solo las excepciones y que no se puede categorizar la excepción como regla. Pero esto nos lleva mucho más lejos.
El escritor
En numerosas ocasiones he leído abogar por el oficio de escritor, por la necesidad de que los escritores se formen, como lo hacen los ilustradores.
A estas alturas ya no sé si tienen o no una pequeña dosis de razón, aunque yo, personalmente, creo que el Arte no se enseña, en todo caso se cultiva y el oficio de escritor bien se puede cultivar en casa, porque a diferencia de la música, que requiere un oído experto que te guíe, la mejor manera de aprender a escribir es escribiendo y sobre todo leyendo, y uno no precisa que lo acompañen en la lectura, sí precisa de autocrítica y, a falta de un buen editor, de compañeros entendidos en los que puedas confiar y respetes como lectores para que te ayuden con la lectura de tus escritos en tu autocrítica.
Supongo que digo esto porque doy por hecho un conocimiento profundo de la lengua, da igual ser capaz de poner nombre o no a una metonimia, reconocer o no un oxímoron, lo importante es la capacidad de pensarlos y escribirlos. Es más, hay quien sí los reconoce y no será capaz de emularlos nunca. Puede parecer contradictorio, pero yo lo veo así, uno no se plantea hacer acrobacias en un monociclo sin haber aprendido antes a montar en bicicleta (aunque los hay, y suelen ser genios).
Hay quien nunca tendrá remedio, otra cosa es que el mundo esté lleno de libros sin remedio.
Hay muchos remedios, digo libros sobre escritura, sobre aprender a escribir, algunos muy interesantes, para mí los que más están en la línea de los del OULIPO como los Ejercicios de estilo de Queneau, o los que escribió Rodari quien ya pensó en que los niños ahondasen en la construcción del lenguaje a través del juego en su Gramática de la fantasía y en sus Ejercicios de fantasía, libros que no manuales propiamente dichos sino maravillosas propuestas para indagar en las infinitas posibilidades de nuestra lengua. Sí, hay muchos más manuales y muchas escuelas, muchos cursos, pero pensar que ocho, diez, veinte horas de formación te van a convertir en algo, desde mi perspectiva es un error, a la tierra prometida se llega a base de trabajo y no con escapadas de fin de semana; (y desde luego ninguno de los ilustradores que conozco acude a esos cursos por esas razones, quizás mucho más por la necesidad de compartir y salir por un tiempo de su trabajo tan solitario, por lo general) cursos que no tienen sentido si no te llevan a mirar, a leer a los griegos, a los rusos, a…, (esos son los que merecen la pena). Al final lo único que te convertirá en escritor, al menos en mi opinión, es leer a Homero, a Tolstoi, a Goethe, a Maupassant, a Shakespeare, a Sor Juan Inés de La Cruz, a Cervantes, a… debo ser rarita (y por supuesto todos los estudios, tesis u opiniones sobre ellos).
Porque sumergirte en los grandes te hace ser consciente de lo pequeño que eres, eso y aspirar a la excelencia es lo único que quizás, y solo quizás, nos salve de la mediocridad que nos acecha, que nos invade.
Publicaciones
Recuerdo a un amigo quejándose de este lugar común:
“Ese libro no aporta nada”. -A ti, suele responder.
¿Por qué? ¿Qué es la Literatura? ¿qué es el Arte?
¿Por qué esta cuestión se plantea en LIJ recurrentemente?
Estoy un poco cansada del mismo run, run una y otra vez. Sobre todo porque la Literatura (dirigida a adultos) no se cuestiona de la misma manera.
Hablemos de los valores
Cuestionar la moralidad de un texto es cuestionar la propia Literatura, porque inevitablemente lo queramos o no todo lo que escribimos es moral, que según la RAE quiere decir: “Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia” porque es algo inherente a las personas. Otra cosa es confundir la Didáctica con la Literatura.
Y ahí es donde se le da un poder a las emociones aisladas de las acciones y convertidas en instrumentos de adoctrinamiento que asusta.
Sinceramente no creo que haya temas buenos o malos, es la forma de abordarlos la que es adecuada o no.
Cada vez más me preocupa esa necesidad imperante de adoctrinar la infancia.
Hablemos de las formas
A estas alturas de la historia de la Literatura debería valer todo, que no es lo mismo que decir que todo vale, más que en ningún otro lugar en la Literatura orientada a niños y adolescentes debería ser así y resulta que es al revés.
Es decir, la sustancia literaria puede y debe presentarse de múltiples formas y, sin embargo, a pesar del paso de las vanguardias, más de un siglo después, se sigue apostando por estructuras “consolidadas”.
Por ejemplo, en la visión generalizada que se tiene de la poesía que se crea para niños se sigue valorando que la rima sea exacta, perfecta, meticulosa, que no decimos que no deba serlo, pero –no solamente–, incluso en ocasiones se olvida el contenido constriñéndose al ritmo interno del texto. Se olvida eso que dijo hace mucho tiempo Daglarca y que leí en una entrevista que le hicieron a Clara Janés “que la poesía es lo que queda cuando desaparecen las palabras”. Ella explicaba que seguramente “fue dirigido en contra de Malarmé que decía que la poesía se hace con palabras”.
Y sí, se olvida eso precisamente, que la Literatura que te traspasa lo hace pese a la desaparición de las palabras, o cuando éstas ya se han ido, importa poco si se hizo con una rima perfecta, con palabras o no.
Luego viene la confusión de los géneros, y se confunden, por ejemplo, las semblanzas o las anécdotas con los cuentos. La estructura de un cuento clásico está bien definida, es algo que empieza continúa y acaba y en ese continuar suceden cosas (a modo de las funciones de Propp). Últimamente encontramos cada vez más descripciones, anécdotas en lugar de historias, libros a mitad camino entre lo informativo y lo artístico, el problema es cuando no se define lo que se tiene entre manos. Ayudarse del Arte para crear un libro informativo es maravilloso, confundir la Información con la Literatura es un error.
Y después están los diferentes registros, o mejor dicho la falta de registros, porque se subestima al niño, al joven lector impidiéndole ampliar su vocabulario y sus propias construcciones mentales, ofreciéndole lecturas “adecuadas” a su capacidad. Quizás por eso se reedita tanto y deja de haber nuevos clásicos, por eso y por un consumismo tenaz que nos sobrepasa, por lo menos a mí.
Y en esas estamos.
Autoría
Cuestionar un texto por su punto de partida o por quién lo escribe es lo más absurdo que he leído últimamente.
Cuestionar el resultado es lo deseable, lo razonable, cuestionar los inicios o la causa de algo sin atenerse al resultado final acaba siendo un sinsentido, además de ser algo tremendamente injusto.
Hablemos de la Crítica
También hay quien cuestiona sobre quién sí y quién no está capacitado para opinar sobre una lectura, se cuestiona a quién corresponde esa tarea. Se desecha toda aportación que no esté sustentada en la prensa tradicional, en los estudios sesudos de especialistas y a mí me parece un error, porque la lectura también se alimenta de un ingrediente esencial que es sentirse parte de una comunidad, pero para que esa comunidad amplíe sus horizontes, no necesita de críticas ridículas sino de buenos libros, de recomendaciones y nuevos retos, porque solo a través de la comparación se llega al conocimiento.
Hace unos meses reflexionaba sobre el Arte a propósito de una serie True Detective (que nada tiene que ver con el tema) y recurría a Barthes; y a Paul Valéry que ya en 1931 decía…
“En un tiempo muy distinto del nuestro, y por hombres cuyo poder de acción sobre las cosas era insignificante comparado con el que nosotros poseemos, fueron instituidas nuestras Bellas Artes y fijados sus tipos y usos. Pero el acrecentamiento sorprendente de nuestros medios, la flexibilidad y la precisión que éstos alcanzan, las ideas y costumbres que introducen, nos aseguran respecto de cambios próximos y profundos en la antigua industria de lo Bello. En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la noción misma del arte”.
Paul Valéry, Pièces sur l’art (La conquête de l’ubiquité), 1931.
Y ya hace 85 años de esos 20 años…
Los parámetros han cambiado, ha cambiado la envoltura, pero el Arte sigue regido por la forma del contenido que convierte una obra en emoción en todas sus acepciones y nos traspasa, y si dejamos de considerar los libros literarios (ilustrados o no) como objetos artísticos estaremos robándole al lector infantil y juvenil la posibilidad de ser críticos, y de ser.
Hay que hacer crítica, sí, pero yo no pienso malgastar un segundo en hablar de lo que no creo sea merecedor de mi tiempo. (Eso no quiere decir que no sean meritorias obras de las que no hable, sino que no me da la vida, pero decidí hablar de lo que me emociona y de nada más).
En Movimiento
Necesitamos seguir en movimiento, recuperar la memoria, el silencio, el espacio y detenernos para poder movernos, avanzar.
Y respeto, mucho respeto por el oficio.
(Y…. Shhhh: apagar la tecnología y leer).
Paula Carbonell (Lyca)