Caperucita Roja y el rol de la mujer

CAPERUCITA ROJA Y EL ROL DE LA MUJER

Grimm versus Perrault y más.
Tanto Perrault como los hermanos Grimm instrumentalizaron el cuento de «Caperucita Roja» (y las nuevas versiones siguen haciéndolo).

Perrault lo hizo con una moraleja final que iba dirigida a un público adulto, a las jóvenes sin experiencia, para que no se dejaran engañar por los lobos de la corte…
En esta versión el lobo se come a la abuela y a Caperucita y sanseacabó; y por si no nos habíamos enterado a continuación nos encontramos con una advertencia explícita, una moraleja dice que las jovencitas deben temer al lobo.

On voit ici que de jeunes enfants,
Surtout de jeunes filles
Belles, bien faites, et gentilles,
Font très mal d’écouter toutes sortes de gens,
Et que ce n’est pas chose étrange,
S’il en est tant que le loup mange.
….
qui ne sait que ces loups doucereux,
De tous les loups sont les plus dangereux.
¿Es ese el final correcto?

Por otro lado, los Hermanos Grimm hacen lo propio y con una versión del cuento un tanto curiosa, de la que casi nadie habla, con un doble final extraño. Seguramente porque trataron de aunar en un solo cuento dos versiones que se encontraban en la tradición oral, recordemos que tanto Perrault como los Hermanos Grimm recopilan versiones, no son los autores de las historias, aunque sí que posibilitaron que más allá de la oralidad nos llegaran al ser transcritos.
El doble final de los Grimm, plantea algo que hoy está de actualidad.
En su primer final, el lobo se come a la abuela y a Caperucita como en la versión de Perrault, pero enseguida aparece la figura del cazador que las salva, quien encuentra al lobo roncando, piensa que igual se ha comido a la abuela y rescata a Caperucita y a la abuela casi ahogadas del estómago de la fiera, llenan la tripa del animal con piedras, que cae muerto al levantarse, el cazador se lleva la piel del lobo y abuela y niña en adelante serán más cautas.
Un final que nos da a entender que las mujeres necesitan de una figura que las proteja.

¿Es ese el final correcto?

Pero la cosa no queda ahí, porque la historia continúa y los Grimm insertan un segundo final.
En el que días después Caperucita se encuentra en el camino con otro lobo que intenta como el primero que se distraiga, pero ella no le hace caso y llega directa a casa de la abuela (ya tenía la lección aprendida) una vez allí se lo cuenta a su abuela quien le hace cerrar la puerta desde dentro para evitar que el lobo logre entrar; el lobo decide subirse al tejado y esperar a que la niña salga para tomarla desprevenida y comérsela; pero la abuela «le adivinó las intenciones» y ordena a Caperucita poner al fuego un caldero con agua de haber cocido salchichas; el lobo al olor de la comida se asoma, cae en la gran artesa y se ahoga y Caperucita logra regresar a casa «sin que nadie le tocase ni un pelo».
De este final se desprende que a una mujer no le hace falta nadie para enfrentar un lobo.¿Es el final correcto?

La tradición oral esta llena de matices; con blancos, negros y grises.
Y a las narradoras y narradores o formadores y formadoras nos corresponde elegir y en esa elección siempre hay una ética y una manera de estar en el mundo, pero desde mi punto de vista la Literatura (e incluyo a la Literatura Oral) no está para adoctrinar, la Literatura muestra y al público, a los espectadores y a las espectadoras, le corresponde sacar las conclusiones.
Cuanta más realidades mostremos mayor será nuestra capacidad crítica.
Vamos a tratar de censurar menos y fomentar más el pensamiento crítico, el problema no está en los textos sino en las conclusiones de quien los lee.

La educación no debe decirnos lo que está bien y lo que está mal, debe enseñarnos a discernir el bien del mal, que es otra cosa.
El arte, la literatura, y también el arte de la narración, de la oratoria, como decía Aristóteles, es imitación y no habla de lo real sino de lo verdadero.
Y seguir disfrutando las mil y una Caperucitas y de miles y miles de versiones y versiones.

La imagen es de una de mis versiones preferidas…

Ilustración: Warja Lavater, «Le petit Chaperon Rouge», 1965

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